American Horror Story: Hotel - Teorías: El Hotel de la Muerte


Un año más comienza la época de las teorías con respecto a los posibles escenarios que veremos en la nueva temporada de American Horror Story y, puesto que hace apenas una semana, Lady Gaga desvelaba la temática general de la quinta temporada en twitter, desde este blog vamos a ir compartiendo con todos vosotros una serie de posibles escenarios que, según teorías que cobran fuerza en internet, podrían servir de inspiración a los responsables de la franquicia para recrear en la ficción hechos cruentos que tuvieron lugar en hoteles de Estados Unidos y que marcaron las vidas de la sociedad americana. Comenzaremos esta serie de artículos hablando del "Holmes Castle": un misterioso hotel cargado de trampas que facilitaban que su dueño, H.H.Holmes pudiese asesinar a sus víctimas sin la necesidad de moverse de su despacho. 

Pero, ¿qué es lo que sabemos acerca de la nueva temporada? Entre las teorías que circulan por la red y que, a simple vista, parecen tener una conexión con las pistas que Ryan Murphy fue dejando en los episodios de American Horror Story: Freak Show; hay una que sobresale y que cobra mucha fuerza. Tal y como os informamos hace unos meses desde este mismo blog, en episodios de la pasada temporada de la serie, observamos en muchas escenas varios sombreros de copa que, posteriormente, fueron confirmados como pistas por el propio Murphy como indicios acerca de la temática de lo nuevo previsto para 2015. Con la confirmación de que estará ambientada en un hotel y viendo las fotografías de Holmes, ¿tendrá algo que ver el "Holmes Castle" con American Horror Story. Ha llegado la hora de conocer la historia de este siniestro lugar.


Herman Webster Mudgett nació el 16 de mayo de 1861 en Gilmanton, New Hampshire. Como sucede con casi la totalidad de los asesinos en serie, Herman tuvo una infancia plagada de continuos malos tratos por parte de su abusivo padre y ante la impasividad de su puritana madre.

Inteligente como pocos, Herman enseguida sobresalió del resto de sus compañeros por sus innegables dotes para el estudio. Como la mayoría de los asesinos de serie en su infancia, Webster desarrolló sus técnicas torturando y matando a animales a placer. El joven asesino fue evitando problemas pese a ser el blanco de toda serie de atropellos y vejaciones por parte de sus compañeros. Hipocondríaco reconocido, el joven tenía fobia a acudir a la consulta del médico de la localidad. Circunstancia que fue aprovechada por sus compañeros. Un día fue arrastrado hasta la consulta médica y obligado a enfrentarse al esqueleto que el doctor tenía para sus consultas. Pero ese miedo inicial enseguida se transformó en un desmesurado interés por conocer más acerca de la anatomía humana que se sumaba a su falta de escrúpulos para usar a la gente con la finalidad de conseguir sus propósitos.

A los dieciocho años se casó con Clara Lovering, hija de un adinerado agricultor de Gilmanton. Este matrimonio fue el trampolín usado para comenzar a costearse sus estudios de Medicina gracias al dinero de su esposa. Tras arruinarla, comenzó a frecuentar a una viuda que satisfizo todas sus necesidades hasta ser licenciado en Medicina. 

Durante sus estudios en la Universidad de Michigan fue descubriendo su pasión por la disección de cadáveres. Para él, se abría una oportunidad de oro ante sus ojos: desde la universidad, podía robar y vender cuerpos y cadáveres del depósito gracias a la fuerte demanda de estos productos. Productos por los que se llegaban a pagar ingentes cantidades de dinero. A su vez, fue perfeccionando otra de las ramas de su trama de sangre: la estafa a seguros. Con la ayuda de supuestos cómplices, Herman estafó a varias compañías aseguradoras. Firmaba seguros de vida de grandes cantidades de dinero para, posteriormente, usar cadáveres robados para hacerlos pasar por los titulares de las pólizas y así cobrar las primas por los "seguros de víctimas". Un año después de comenzar la carrera fue expulsado de la universidad por su implicación en el robo de cadáveres. Readmitido un año después, Webster se graduó en Medicina con 23 años y abandonó a su conquista para marcharse a Chicago.


Herman tuvo mucho éxito en el amor a su llegada a la ciudad. Apenas unos meses después de recalar en Chicago, el hombre se casó con Myrtle Belknap. Para ello tuvo que adoptar un nuevo nombre: H.H.Holmes. Nombre con el que estafó 5.000 dólares a la familia de su mujer. Con este dinero construyó una suntuosa casa en Wilmette y abandonó a Belknap y se estableció en Englewood donde comenzó a trabajar en una farmacia propiedad de la familia Holton.

Edward Holton murió meses después a causa de un cáncer. Holmes aprovechó la ocasión para engatusar a la viuda del farmacéutico y conseguir que le vendiese el local. Tras pagar una cantidad a modo de fianza, Holmes dejó de pagar a la mujer. Cansada de la espera, la Sra. Holton denunció al médico para intentar cobrar el dinero por la venta, pero, inexplicablemente, desapareció de la ciudad. Se cree que pudo morir a manos de Holmes. 

A finales de la década de 1880, las necesidades de una Chicago venida a menos y la sed de sangre de Holmes hicieron perfecta la tormenta que se avecinaba a la ciudad. La muerte no tardaría en llegar para quedarse.

Chicago buscaba la perfección tras el gran incendio que asoló la ciudad en 1871. Durante el incendio, la mayor parte de la ciudad fue pasto de las llamas y quedó reducida a cenizas dejando a cien mil personas sin hogar.  Cientos de personas acudieron a la ciudad en busca de trabajo aprovechando la próxima Feria Mundial de Chicago. 

Holmes comenzó a contratar a albañiles para que fuesen construyendo partes de un extraño edificio ideado por él mismo. Pero, antes de que sus trabajadores pudiesen entender la forma en la que encajaban los trabajos entre sí, eran despedidos fulminantemente. De este modo, Holmes se aseguraba que nadie conociese su obra maestra.  Pese a las sospechas que apuntaban las malas artes de Holmes. las gentes de la ciudad recibieron el nuevo edificio con los abrazos abiertos y le llamaron "El Castillo".


El castillo de la muerte.

En 1882 terminaron de edificar las instalaciones que se convertirían en el lugar que trajo la muerte a multitud de personas y que, para los anales de la historia del crimen, quedaría marcada como la casa del horror y el refugio del que, a priori, parece ser el primer asesino en serie de los Estados Unidos.

El edificio constaba de tres plantas y cada una de ellas tenía diferentes funciones. La planta baja de la obra maestra de Holmes albergaba espacios comerciales tales como una joyería, farmacia, taller de herrería, restaurantes y una peluquería. En la parte más alta del descomunal complejo, la tercera era una sucesión de viviendas, oficinas y la propia residencia del asesino.

Pero, sin duda alguna, lo que marcaría el horror sería la segunda planta. Una maraña de laberínticas estancias que descolocaron por completo a las autoridades al ser descubiertas. Se encontraron habitaciones sin ventanas, pasillos imposibles de entender, pasadizos secretos, puertas y escaleras que no conducían a ninguna parte. Se encontraron habitaciones conectadas entre sí a un mecanismo que liberaba gas y que permitía a Holmes gasear a sus víctimas sin necesidad de moverse de su suite principal tras espiarlas por sofisticadas mirillas. Bastaba con que abriese las llaves de la muerte para que el gas acabase con la vida de los huéspedes de su sangriento hotel. Uno de los macabros hallazgos fue una especie de rampa que conducía al sótano del edificio y que era usada para transportar los cuerpos sin vida de sus víctimas. Y un descubrimiento llevó a otro: una extraña sala en la que el asesino tenía un crematorio, una mesa de disección, cubos con ácido sulfúrico y  fosas de cal viva que permitían que todos los cuerpos se desintegrasen en cuestión de horas. Pero, antes de asesinar a las personas, Holmes disfrutaba torturándolas. Prueba de ello es un potro de tortura que desmembraba en vida a los que eran marcados como objetivos del asesino. La máquina perfecta de matar de Holmes tomaba forma.


Cierto día llegó a la ciudad Benjamin Pitezel. El hombre que sería la mano derecha en los fraudes y maquinaciones de Holmes se interesó por un anuncio en el que buscaban carpinteros para el Holmes Castle. Una vez terminada la construcción definitiva del lugar gracias a Pitezel, Holmes mató a innumerables personas, la mayor parte mujeres, que trabajaban para él dentro de las paredes del oscuro hotel. Muchas de estas mujeres llegaron a ser amantes de Holmes. Como Julia Conner. Julia comenzó a trabajar para Holmes. Casada y su hija de ocho años, Pearl. comenzó a mantener una relación con su jefe a espaldas de su marido. Pero, al enterarse el hombre de esta infidelidad, pidió explicaciones a ambos y terminó abandonando a su esposa. Sin nadie de quién esconderse. Julia y Holmes continuaron juntos hasta que ella quedó embarazada. Ante esto, Holmes no vaciló a la hora de matar a su amante y a la hija de esta. Posteriormente, tras limpiar a conciencia el esqueleto de Julia, consiguió venderlo a una escuela de medicina por doscientos dólares.


Aprovechando la feria de la ciudad, Holmes decidió promocionar su hotel diciendo que distaba a pocos kilómetros de la sede del evento. Incluso llegó a personarse en el lugar para darse a conocer e intentar embaucar a sus víctimas perfectas: mujeres ricas que viviesen fuera de Chicago y que nadie reclamase su desaparición tras ser asesinadas por Holmes. Para ello aseguraba que su castillo era el lugar ideal para tener una buena noche de descanso que, en todos los casos, sería un descanso eterno. De esta forma. Holmes fue matando, estafando y realizando sus fantasías sin ser descubierto.

El fin de la barbarie.

Corría en el año 1893 cuando la feria llegó a su fin y, con ella, el comienzo de los problemas para Holmes. Su socio en las estafas, Pitezel era alcohólico y, en los últimos meses, ese alcoholismo había empeorado. Decidido a acabar con su socio, Holmes ideó un plan maestro: matar a Pitezel y, de paso, cobrar una gran cantidad de dinero estafando a una aseguradora. El asesino convenció a la mujer de Pitezel y a su marido: firmar un seguro millonario de vida y, cuando considerasen oportuno, robar un cuerpo y hacerlo pasar por Pitezel para cobrar el dinero que sería repartido al final.


Marion Hedgepeth
En noviembre de ese mismo año, Pitezel y Holmes viajaron hasta St. Luois en tren dejando atrás un reguero de estafas allí por donde pasaban. Ya en 1894 la suerte comenzó a ser esquiva para ellos. Holmes fue detenido por estafar a una farmacia en Saint Luois y fue encarcelado junto a Marion Hedgepeth, un conocido ladrón de trenes. Intentando impresionar a su nuevo amigo, Holmes le contó sus intenciones de cometer más estafas en Philadelphia. Sólo necesitaba que Hedgepeth le recomendase un abogado sin escrúpulos que le ayudase en sus planes. Una vez que salió en libertad, Holmes contrató a ese abogado y, con su llegada a Philadelphia, Pitezel y él alquilaron un local en el que, continuando con la estafa, hicieron pasar por una patente. Pero, como cabría esperar, Holmes no tardó en cumplir su cometido y asesinó con una sobredosis de cloroformo a su socio e incluso llegó a automutilar su cara quemándola para fingir una explosión del  laboratorio químico. Debido a que, para cobrar la prima del seguro, debían identificar el cuerpo, Holmes acudió al lugar junto a la hija de Pitezel para que reconociese a su progenitor. Una vez que Carrie Pitezel, la esposa del finado, cobró la prima, tuvo que repartir el dinero con Holmes para, supuestamente y tal y como la convenció Holmes, aparentar normalidad y, pasado un tiempo, reunirse para darle todo el dinero a la viuda.

Pronto comenzarían los problemas para el criminal. Obviando que su contacto en la cárcel podía desenmascararlo, Holmes no pagó el dinero acordado por el contacto con el abogado, Holmes se enfrentó a una denuncia por parte de la aseguradora de Pitezel en la que la relataban que, gracias a la ayuda de Hedgepeth que había detallado la estafa al milímetro, habían descubierto la realidad escondida tras el falso accidente.

Para poder confirmar y probar la estafa, la compañía aseguradora contrató a un detective llamado Pinkerton para dar con el paradero del asesino. El 16 de noviembre de 1894, Holmes fue detenido en el puerto de Boston antes de que lograse escapar. Y una cárcel de Philadelphia se convirtió en el último hogar de Holmes quién fue acusado primeramente de estafas junto a la Sra. Pitezel pero, tiempo después, la fiscalía elevó las acusaciones iniciales a asesinato ya que Frank Geyer demostró que Holmes habia matado a los hijos de Pitezel cuando encontraron restos humanos carbonizados en una estufa en Indianápolis.

El detective, Frank Geyer
Alice y Howard, hijos de Pitezel
Investigaciones posteriores sacarían a la luz la fábrica de la muerte que Holmes tenía en su aclamado castillo. Unos hechos que sacudieron a la sociedad americana durante meses.


Holmes decidió defenderse a sí mismo en los juicios que le acusaban de la muerte de Benjamin Pitezel aunque la cifra que se cree que pudo alcanzar la sed de sangre de Holmes varía entre 20 y 200 personas pese a que él sólo reconoció la autoría de 27 asesinatos. Holmes fue condenado a la horca y exhaló su último suspiro el 7 de mayo de 1896. Con su muerte, quedaba atrás un largo camino de destrucción, estafa y muerte ideado durante años para satisfacer la perversa mente del primer asesino en serie americano.

Una vez conocida la historia de este sádico asesino se nos antoja perfecta para American Horror Story. Tanto el sombrero de copa como el hotel coinciden con las pocas pìstas que tenemos acerca de lo que nos deparará la quinta temporada. ¿Qué os parece el artículo?




Visionando el programa 195 (temporada 5) de Cuarto Milenio podréis encontrar un análisis de la mente del perturbado hombre.

Os dejamos una pequeña pìsta acerca del segundo artículo que llegará en los próximos días al blog. Una pista a modo de vídeo.


Fuente de la información: Neatorama

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