LOST: ÚLTIMA (ES)CENA EN LA ISLA

Les dejamos una nota muy interesante que salió hace unos días atrás en el periódico argentino "La Nación".

HONOLULU ( El País ). El clímax de la conversación, aunque parezca absurdo, resulta de lo más natural.

- ¿Sabe usted qué yace a la sombra de la estatua?

-¿Eh? No.

- ¿Y sabría decir qué puede ser?

- Lo siento, no puedo. Me matarían si lo cuento.

- De acuerdo: ¿es usted de los buenos o de los malos?

- Creo que se dan pistas contradictorias sobre ese asunto.

- Entonces, ¿quiere decir que hay buenos y malos?


- Eso tampoco puedo decirlo.

- ¿Podría explicar de qué trata la serie?

- No lo sé. De estar perdidos, supongo. Todos estamos perdidos.

Todos estamos perdidos, es cierto, pero a grandes rasgos se podría afirmar que existen dos tipos depersonas: las que pueden seguir esta conversación y las que no. Nos encontramos al borde del mar, en un lujoso hotel de Oahu, la isla de Hawai en la que se ha rodado el 99,9% de Lost , una de las series que han marcado un antes y un después en la ficción televisiva. [Continúa tras el salto].

En una carpa luminosa, un grupo de periodistas intenta sonsacarle lo que sea, alguna pista, a la actriz Zuleikha Robinson, más conocida como Ilana, que apareció tímidamente en la isla en la quinta temporada y cuyo personaje, según se cree, se vuelve clave hacia el final, porque esto se acaba. Quedan 18 episodios y aún hay cientos de misterios sin respuesta. El secretismo es atroz. Pero quizá la señora Robinson cometa un desliz y suelte algo sin darse cuenta.

Por lo menos debería saber qué yace a la sombra de la estatua de los cuatro dedos, en la que vivía desde hace al menos siglo y pico un tipo vestido con atuendo de profeta llamado Jacob (¿y quién es Jacob?), en esa isla imposible de localizar en mitad del Pacífico sur, donde se estrelló el vuelo 815 de la compañía Oceanic y dejó 48 sobrevivientes, en cuyo hecho un humo negro sale de las entrañas de la Tierra para sentenciar a los pecadores y emite un extraño ruido como de cadenas; quizá sea debido a los números 4 8 15 16 23 42 o al campo magnético situado bajo la escotilla, también llamada estación Cisne; o quizá, simplemente, debió ser así, ya que estaba escrito desde el principio de los tiempos. ¿Somos libres? ¿Podemos cambiar nuestro destino? ¿Cómo hemos llegado a esta locura?

En fin... Las respuestas comenzarán pasado mañana en Estados Unidos; una semana después, en nuestro país por AXN. Y mientras tanto, todos andamos perdidos, o casi todos.

Un tipo bajito, rapado y con vistosos anteojos sostiene un trago en la mano y el secreto en su cerebro. Damon Lindelof, el creador de esta fiebre junto a J. J. Abrams y Jeffrey Lieber, es uno de los reyes del cóctel que ha organizado el Festival Internacional de Cine de Hawai en otro lujoso hotel a orillas del mar. Es octubre de 2009 y el guionista lleva escritos siete de los 18 episodios que darán por terminado el misterio. Trabaja en ello, según cuenta, unas ochenta horas semanales. Casi nada. Dice que está tranquilo, sin presión. Irónico, dice: "No se preocupen. Lo explicaremos todo. Hasta el Big Bang". No hay forma. ¡Que alguien le pida otra copa! "No le cuento nada a nadie. Ni a mi madre", dice. "El final tiene que ser como un regalo. Si tiene envoltorio, es por algo."

Destinos y caminos

Una hora después, en una multitudinaria charla en Waikiki, Lindelof comentará que a menudo se siente ridículo cuando intenta resumirle a alguien de qué va su criatura: "Es así, les digo: «Hay un tipo metido en una escotilla, pulsando un botón cada 108 minutos, porque cree que, si no lo hace, el mundo se va a acabar». El tipo tiene su gracia. La pregunta que le suelen hacer es si lo inventó todo sobre la marcha. "Siempre hemos tenido un plan. Pero igual que en la vida, siempre que tienes un plan, tienes que presuponer que va a funcionar. Y muchas veces no funciona y tenemos que pensar cómo lo arreglamos. Empezamos a hablar de un final cuando estaba terminando la primera temporada? Ese es más o menos el final que estamos rodando ahora, y no lo cambiaríamos por nada en el mundo. Aunque el camino ha sido muy diferente de lo que habíamos imaginado, el destino es el mismo".

Benjamin Linus, por ejemplo, fue uno de esos grandes aciertos fuera de libreto. El personaje, según cuenta el actor Michael Emerson, iba a ser un invitado más de la segunda temporada. "Los guionistas querían ponerle rostro a la amenaza de la isla, y me contrataron a mí." Su mirada cerebral, fría, casi telepática, entró a formar parte de la mitología de la isla. Un Ben atormentado se llevó el premio Emmy en 2009 por su interpretación en la quinta temporada.

Perder el rumbo

Otro premio más. El éxito le llegó a Lost desde el principio. Se estrenó en septiembre de 2004 en los EE. UU. Un doble episodio piloto, el más caro de la historia de la televisión hasta el momento. Costó 12 millones de dólares. La apuesta no era segura, pero el fenómeno se expandió al mundo. Hoy se puede seguir en 230 territorios distintos del planeta.

La primera temporada acabó con los ratings por las nubes, se alzó con seis premios Emmy y, sobre todo, cosechó una legión de fanáticos que se preguntaba qué era todo aquello que pasaba ante sus ojos. ¿El purgatorio? ¿Un sueño? ¿Una partida de ajedrez? Internet echaba humo con teorías, hipótesis, posibilidades y muchas, muchas descargas ilegales de quienes no podían aguantar a que el episodio llegara a su país. Se crearon páginas web como Lostpedia, una extensísima biblia online con todo tipo de referencias, algunas tan curiosas como el número de puñetazos que se ha llevado el pobre Ben Linus a lo largo de los 103 episodios emitidos.

"Por eso ya no mandamos nada por correo electrónico", cuenta Jean Higgins, una de las productoras ejecutivas. "Alguien cometió una vez un error y envió un guión sin querer a alguien que no debía. Casi inmediatamente apareció en todas las agencias. Desde entonces, los guiones y los horarios, o los entregamos en mano o no los damos. También me he visto obligada a mover camiones para bloquear la vista... Se hace lo que se puede para mantener el secreto."

Naveen Andrews, el actor que interpreta al ex torturador iraquí Sayid Jarrah, es uno de los que conocen el secreto. "Todo esto de la seguridad para que no salga ninguna idea se ha vuelto cada vez más paranoico", reconoce Andrews. El actor bromea sobre el final de una serie en la que empezó con 34. "He cumplido ya 40 malditos años. ¡Qué triste! No me esperaba esto. ¿Qué se supone que debo hacer ahora?". Hace tiempo, dice, que los miembros del equipo de Lost van cada uno por su lado. Pero durante 2004, cuando desembarcaron en la isla, con todo por delante y ningún conocido, solían participar en animadas actividades de grupo. "Recuerdo que nos juntábamos todos para ver los episodios. Socializábamos mucho más. Luego la gente empezó a hacer su vida. ¿Qué cambió? Supongo que el programa se convirtió en un éxito, con todo lo que eso implica."

Todos los actores recuerdan el ambiente enrarecido hacia el final de la primera temporada. Un rumor terrorífico se adueñó del reparto: los creadores querían matar a alguien, pero nadie sabía a quién. Cuando ocurrió, quedó claro que el único personaje capaz de aguantar hasta el final, aparte de Vincent, el perro, según bromea Damon Lindelof, sería la isla.

Uno y el mismo

Terry O´Quinn se encuentra sentado allí, sobre la arena del campamento de los supervivientes. Se oye el ruido de las olas. Con las piernas cruzadas, el actor tiene el aire iluminado de John Locke, su personaje. Viste como él. Habla como él. Le falta la cicatriz en el ojo derecho. Un detalle insignificante. Dice: "Todo es diferente si vives en esta isla. Es especial. He venido caminando hasta la playa. Soy el único que vive por aquí arriba". Parece que el guión de la serie se le hubiera pegado: "Ahora soy mejor. Más fuerte. Pero me siento un poco inseguro sobre qué ocurrirá cuando abandone la isla. No sé si podré caminar en tierra firme". Habla de su carrera como intérprete, pero el paralelismo es inevitable.

En dos ocasiones, cuenta el poseído señor O´Quinn, se enfrentó a los guionistas Damon Lindelof y Carlton Cuse. Porque dice que algo no encajaba. La primera, cuando le pidieron que lanzara un cuchillo a la espalda de uno de los personajes. Se negó. No era propio de él. Le respondieron con la certidumbre del creador desde Los Angeles: "Locke tiene que hacerlo, no vos". La otra fue después de pasar innumerables episodios, metido en la estación Cisne, apretando un botón cada 108 minutos, porque creía que, si no, se acabaría el mundo. Les dijo: "Me estoy volviendo loco. Déjenme salir. No lo soporto más". Los creadores respondieron desde el otro lado que todo era parte de un plan que aún no podía comprender. Pero llegó el momento en que ellos también se vieron en un callejón sin salida. Los ratings comenzaron a decaer. La serie se volvió demasiado exigente con sus espectadores. Un delirio. Estabas dentro o fuera de la isla; dentro o fuera de la escotilla. O sabías los números de corrido o era mejor apagar la tele.

De pronto, las jaulas se abrieron. La conclusión de la tercera temporada fue como asomarse al abismo. Se rodó una de las muertes más sobrecogedoras de la ficción; se concedió al espectador el primer atisbo de Jacob (¿quién demonios es Jacob?). Y los guionistas decidieron llevarse a los personajes a su terreno: Jack y Kate, flashforward a Los Angeles. ¿Salieron de la isla? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? Ese año, 2007, la revista Time eligió a la serie entre las 100 mejores de la historia. Abrams, Lindelof y el coguionista Carlton Cuse habían logrado arrancar una promesa de la cadena ABC. Harían un final: su final. Ese sería el destino del viaje: mayo de 2010. La isla comenzó a moverse en el espacio-tiempo. Pero ellos tenían un plan.

"Sé cuál es el final, y pienso que los va a dejar atónitos. Los va a hacer trabajar para resolverlo." El director del ciclo, Jack Bender, viene con barro hasta las rodillas. Habla a borbotones, como un rayo. En siete minutos se lo tragará la jungla. De vuelta al trabajo, a su destino. Cada uno tiene su papel en este tablero. Al pie del rodaje ubicado en las cataratas Manoa, dice: "Nadie despertará y todo habrá sido un sueño, no se preocupen. Tampoco habrá un fundido a negro como en Los Soprano . Será un final poderoso".

En el final de la temporada anterior, fue un susurro. "Ya vienen", susurró el misterioso Jacob con un cuchillo clavado en el pecho. Locke yacía más o menos a la sombra de la estatua. Y, con un guiño a Los Soprano , en Lost hubo un fundido a blanco.

Guillermo Abril.

Fuente: La Nación

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3 comentarios :

  1. Este reportaje es de El País Semanal de España!, escrito por Guillermo Abril,

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  2. Si, si pero la fuente donde lo encontramos es del diario la nacion, ahi aclaran eso. Gracias igual!

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  3. Pues el País no puso nada sobre la Nación... :/

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