How I Met Your Mother 8x19 - “The Fortress”: Review

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Por Alex Crespo: How I Met Your Mother regresa para darnos una pequeña ración de dos capítulos en marzo antes de afrontar la recta final de temporada. Y lo hace con un gran capítulo centrado en uno de los mejores personajes de la serie: el apartamento de Barney. ¿Vemos qué tal ha ido?

Dowtown Abbey es un acontecimiento en USA. La mejor prueba de que algo ha triunfado es cuando surgen parodias suyas por doquier. Y How I Met Your Mother no ha desperdiciado la ocasión con Woodworthy Manor, su Downtown Abbey particular y excusa inmejorable para lanzar unos cuantos pullazos a su antigua metrópolis, y sobre todo, para volver a ver la versión pedante de Ted. Pastelitos ingleses y té incluidos. Pero principalmente esta trama recupera la interacción entre Ted y Marshall, muy olvidada sobre todo desde el nacimiento de Marvin. Y la verdad, la venía echando de menos, porque cuando los dos viejos amigos se juntan suelen dar pie a situaciones bastante surrealistas. Sólo hay que ver la primera imagen de ambos, saliendo del cuarto de Marvin de cantarle la nana con guitarra… ¡y trombón!, para darnos cuenta de que la comedia más pura va a estar muy presente en este capítulo. Y es que esa ha sido la principal característica de este episodio: ha sido muy divertido. No es que vaya a pasar a la historia, pero me ha tenido constantemente con la sonrisa puesta, añadiendo varias carcajadas en algunos momentos gloriosos.

La trama principal gira en torno a “Robarney”. No, rectifico: el personaje principal del capítulo es La Fortaleza. El apartamento de Barney ha ido adquiriendo vida propia desde que lo vimos por primera vez, hasta convertirse en un personaje más, inseparable e imprescindible para conocer a “Suitman”. Al igual que su dueño, tiene más trucos, recovecos y gadgets secretos que la mejor base secreta de supervillano de James Bond. Y cada vez más y mejores. Los mejores gags del episodio han venido cada vez que hemos ido descubriendo un nuevo dispositivo. No sé con cuál quedarme. Si con la “cabeza flotante de Jor-El” (la de juego que puede dar, y no sólo flotando cabezas, como Barney intenta, ejem) , o con la “cama-rail”, aunque sólo sea por el grito de Robin cuando es víctima de ésta. Me encanta cuando grita de esa manera, al estilo ¡¡¡¡Patriiiiiiiiiice!!!! Ahora, soy Barney, le hago eso a Robin, y estoy cogiendo el primer avión a Sebastopol. O más lejos. Entiendo a Robin en lo de que sería mejor un sitio donde empezar los dos juntos su nueva vida, uno sobre todo con un poco más de toque femenino (aunque bastantes “toques femeninos” ha visto ya ese apartamento. Chiste horrísono, lo sé. Pegadme flojito, porfa). Pero como ella misma comprende al final, La Fortaleza es consustancial a Barney. Es ese “espacio personal sagrado” que necesitamos todos cuando nos vamos a convivir con alguien. Es un reflejo de todo lo que ha sido y de lo que es. Y ella se ha enamorado del señor Stinson por cómo es, con todas sus (inumerables) miserias incluidas y no puede pretender cambiarle tanto. Esto es precisamente de lo que me quejaba en el anterior episodio con la reacción de Robin al Playbook. Mientras Barney no utilice sus trucos para engañarla (¡faltaría más!), no veo que hay de malo en que los siga teniendo o poniendo en práctica para ayudar a otros o pasarles el testigo. Lo que está claro es que la “Fortaleza de la Barnitud” no puede ni debe caer en malas manos. Y por muy golfo que esté el señor Mosby últimamente, jamás deberá ser “la Fortaleza de la Soli-Ted”. No es digno. Palabra de Jor-El.

Ted y Marshall pasan tanto tiempo juntos últimamente debido al nuevo trabajo de Lily. Estaba claro que con un jefe como el Capitán (Ahoy!) las cosas no iban a ser nada fáciles, y su demanda constante de ¿obras de arte? obliga la señora Aldrin-Eriksenn a ausentarse constantemente. A eso y a irse convirtiendo progresivamente en toda una hipster de las galerías de arte. Por cierto, todos tenemos claro a quién nos recuerda con esas gafas ¿verdad? Una ley no escrita de cualquier relación es que si descuidas a tu pareja y no le dedicas tiempo, ésta va a acabar en brazos de otra, aunque sea sólo por despecho. Y la otra es Ted. Claro, quién puede resistirse a la tentación de “engañar” a tu mujer con un capítulo de Woodworth Manor. Desde luego, qué buena pareja gay hacen Marshall y Ted. A mí casi me convencen. Wait! ¿Y si The One fuera Marshall, en un inesperado y nada paranoico giro de guión? Eso seguro que no nos lo esperaríamos nadie. Delirios aparte, me he reído mucho con esta parte. Un poco obvio el cliché de la chica atraída por un gay, pero tampoco ha estorbado. Pero espera ¿no había dicho Ted “no más citas”? ¿o es que eso no se aplica a los polvos? ¿Ted mintiendo para tirarse a una chica? ¿Barney ha pasado por fin el testigo? Eres bueno, Ted Mosby, muy bueno…

Como he dicho al principio, un capítulo muy divertido en el que poco a poco vemos cómo se va preparando la vida en común de “Robarney”, y en el que se agradece que por una vez hayan despegado al dúo Marshall-Lily para alternarlo con Ted. Parones mediante, quedan cinco capítulos para La Boda, y en el horizonte cercano parece que se pueden entrecruzar algunas recientes ex, con las consecuencias que ello pueda traer. Avisados quedáis.