How I Met Your Mother 9x05 “The Poker Game”: Review

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Por Alex Crespo.  Chicos, cuando vayáis a una boda, nunca os olvidéis de llevar un regalo. Y si sois los afortunados, una tarjeta de agradecimiento siempre es detalle de educación y buen gusto. Al menos, en el extraño mundo de Ted Mosby. Qué cosas más raras tiene los yanquis…

Es un capítulo que sigue la tónica de lo que llevamos de temporada: normalito, sin nada que chirríe demasiado pero tampoco sin nada que destaque. En el reparto de tramas, esta vez le toca a Ted alternarse con Marshall y Lily, a cuenta del no-regalo de boda que Ted supuestamente no le hizo a Marshmallow. Un juego de enredos y equívocos con flashbacks y situaciones vistas desde los distintos puntos de vista de los implicados marca de la casa. Es obvio que es la solución que están encontrando los guionistas para, primero, sacarnos del entorno del Farmhampton Inn y poder situar parte de la acción de la temporada en los lugares habituales como el piso o el MacLaren’s que tanto echamos de menos, y segundo, para incluir a Marshall mientras está de viaje tratando de llegar a la boda. Por cierto, que no entiendo muy bien qué sentido tiene alargar tanto esta situación, que por lo que veo en las sinopsis de los próximos capítulos, vamos a tener que aguantar todavía. En algunas webs he leído que la causa podía ser el que Jason Segel fue el más reticente a la hora firmar la renovación por la tercera temporada, y que por sus proyectos cinematográficos no podía estar tan disponible como los demás para rodar. Personalmente no me encaja mucho, pero bueno. La trama tiene momentos divertidos, principalmente el duelo de indirectas entre ambos, coronado por esos disfraces tan lamentables de Halloween, aunque sea sólo por volver a ver de refilón el cameo de La Calabaza Putilla. Para la resolución de la trama volvemos a recurrir al guiño al pasado de la serie con la recuperación de Stuart y Claudia, de los que no sabíamos nada desde… bueno, desde hace la tira de temporadas. Es obvio que el uso de autorreferencias ha sido siempre una de las señas de identidad de la serie y de las que más suele gustarnos a los seguidores, pero ojalá que no abusen demasiado de este recurso por ser la última temporada, porque puede volverse en su contra.


Por el otro lado, tenemos un nuevo escollo para Robin y Barney en forma de la familia Stinson. La presencia de James no es que esté siendo precisamente de ayuda en el follón inabarcable que supone una boda, con sus continuas pullas y reproches al matrimonio debido a su situación personal (que él mismo ha provocado, recuerdo). Así que Robin decide jugar duro y aprovechar la partida de póker para arrebatarle el anillo de bodas a James. Robin es un hueso duro de roer y cuando alguien se la juega con ella, suele salir mal parado. Pero me temo que en esta ocasión ha dado con la horma de su zapato: la mismísima madre de Barney. Loretta ha tenido un pasado en el que ha sido tan chunga o más que Robin, así que el duelo de titanes entre ambas está garantizado en los próximos capítulos, pese a ganar Robin la primera batalla. En realidad el que sale perdiendo de lejos en todo esto es el pobre Barney, enfrentado a esa clásica situación en la que te ves obligado a elegir entre apoyar a tu familia o a tu prometida. En mala hora decidiste sentar la cabeza, suitman. Claro, el pobre tan poco acostumbrado a lidiar con estos asuntos, mete la pata hasta el fondo “renunciando” a su familia a favor de Robin, y atribuyéndole a ésta todo el mérito de su decisión. Tiempos tormentosos se avecinan. Personalmente no me ha acabado de llenar del todo este argumento, más que por algunos gags puntuales como el de todo el mundo escondido para espiar la conversación entre los dos, o el momento de Robin y Barney en la habitación. Y por Dios, que nos muestren cómo y por qué se hará Barney ese peinado horrible tras su luna de miel en Belice.
Como os decía al principio, un capítulo tirando a normalillo, sin grandes errores pero sin grandes aciertos, en la media de la temporada. Mientras esperamos al próximo, a ver si podemos catar un trozito de la famosa pizza de Chicago. A ser posible sin rata, por favor.

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